Está demostrado que hablar sobre suicidio reduce el riesgo de realizarlo y puede ser una gran oportunidad para ofrecer ayuda y que sea aceptada
El Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra cada año el 10 de septiembre, está organizado por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio y respaldado por la Organización Mundial de la Salud. Se trata de una forma de manifestar un compromiso global para centrar la atención en la prevención del suicidio.
Este Día Mundial fue establecido en el año 2003 con el objetivo de promover la reflexión y estimular la creación de políticas públicas efectivas.
Según datos de la OMS, cada 40 segundos una persona en el mundo se quita la vida. Además, se estima que, por cada suicidio, hubo 20 intentos previos, lo que demuestra que las acciones de prevención pueden resultar decisivas. De cada diez personas que se suicidan, nueve manifiestan claramente sus propósitos, y una deja entrever sus intenciones.
El número de suicidios va en aumento en los últimos años, siendo 4.097 las personas que se quitaron la vida en el pasado año 2.022 en España. Supone la primera causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. La tasa de pensamientos suicidas entre los médicos es más alta que la población en general: 7,2% frente al 4%. El síndrome de ‘burnout’, la depresión, el estrés y los estragos de la pandemia de Covid-19, son algunos de los múltiples factores que están detrás de esos datos.
En España, las muertes por suicidio triplican a las de los accidentes de tráfico. Aun así, es tal el estigma que siempre ha rodeado a este problema, que ha permanecido oculto. Afortunadamente esto está cambiando y sabemos que hablar de suicidio no induce presentar ideas suicidas. El simple hecho de expresar ideas suicidas ya es terapéutico. Está demostrado que hablar sobre suicidio reduce el riesgo de realizarlo y puede ser una gran oportunidad para ofrecer ayuda y que sea aceptada.
Si bien el suicidio es un fenómeno multicausal, relacionado con factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos o culturales sabemos que en muchos de los casos aparece conjuntamente con un problema de salud mental. Por ello, constituye un buen paradigma de intervención compleja de salud pública. No necesariamente hay que padecer un trastorno mental para padecerlo, el aspecto común es el gran sufrimiento que tienen estos pacientes. Hay que dejar de ver a estas personas suicidas ni como valientes ni como cobardes, sino como grandes sufridores y vulnerables.
El lema elegido para estos últimos tres años es el de “Crear esperanza a través de la acción”, lo que refleja la necesidad de una acción colectiva para resolver este urgente problema de salud pública, alentando a la esperanza y fortaleciendo la prevención. Todos nosotros, juntamente con familiares, amigos, compañeros de trabajo, educadores, políticos… podemos y debemos tomar medidas para prevenir el suicidio.
Considerando el conjunto descriptivo del fenómeno del suicidio, podemos ver las razones que llevan a que la profesión médica adquiera su compromiso y su papel importante en la responsabilidad en esta prevención. Debemos tener en cuenta que la valoración de las ideas de muerte y de la conducta suicida es una tarea prioritaria del profesional sanitario, ya que supone una oportunidad de prevención de un caso de suicidio consumado y de disminución de las tasas de mortalidad por esta causa evitable.